lunes, 30 de mayo de 2011

Ochenta y dos


"Se puede confiar en las malas personas, no cmabian jamás."
(William Faulkner)

foto: fundiéndose con el cielo (Barcelona)

Norte de Mallorca (II)









Sin darnos cuenta nos hemos plantado en el ecuador del viaje y tememos que la segunda parte de éste pase tan rápido como la primera. Sabíamos de antemano que se trataría de un periplo sencillo y agradable pero, estúpidos de nosotros, jamás hubiéramos apostado a que el norte de Mallorca sería capaz de ofrecernos unas jornadas de lo más fascinantes e inolvidables. Nuevamente comprobamos que para realizar un viaje que haga vibrar, que llegue al corazón, no hace falta trasladarse al otro extremo del mundo.
Gracias a la fuerte presión ejercida durante años por los grupos ecologistas la zona norte de la isla se halla en buen estado de salud, tanto sus espectaculres paisajes como sus entrañables localidades. El premio a todo ello se traduce no sólo en un medio ambiente excelentemente conservado, sino en el incremento del turismo de calidad que genera riqueza durante todo el año, y la posibilidad de que la Serra de Tramuntana sea declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
La combinación de mar y montaña es perfecta para todo aquel que sienta verdadera devoción por la naturaleza. Un buen ejemplo es la excurisión que va desde Port de Sóller a Cala Deià, a la vera del sosegado Mediterráneo y por encima de pequeños acantilados donde finalizan densas pinedas, aunque también descubriremos la Mallorca profunda, la rural, la de los olivos, naranjos y almendros, esa misma que ha atraído a extranjeros acaudalados (pintores, escritores, actores...) hasta el punto de instalarse para siempre en Llucalcari, Deià o Valldemossa.
Y hablando de esta última población, célebre donde las haya, reducto de Chopin y nirvana particular del archiduque Luis Salvador (precursor del turismo en las Baleares), se trata de un magnífico punto de partida para situarnos en lo alto de la sierra calcárea por medio de abruptas crestas y miradores naturales que se alzan cuatrocientos metros en vertical sobre el mar. Las cumbres de Talaia Vella, Pouet, Puig Gros o del Teix son de visita obligada para acabar de convencernos de que el paraíso puede encontrarse a las puertas de casa.