miércoles, 17 de agosto de 2011

Ochenta y cuatro


"Un hombre sin pasiones está tan cerca de la estupidez que sólo le falta abrir la boca para caer en ella."
(Séneca)

foto: Barcelona tropical

Parque Nacional de los Écrins











La falta de tiempo libre impone, en contra de lo deseado, un viaje relámpago de tan sólo cuatro días. Pero menos da una piedra, y por marchar una vez más a los Alpes todo queda justificado. Ocasiones como ésta no se pueden dejar escapar.
Por compañero de cordada tengo, como en tantas otras aventuras desde hace veinte años, a Marc Canela, uno de esos pocos colegas con los que te irías al infierno para salir luego indemne, con la certidumbre que otorga el saber que al otro extremo de la cuerda tienes alguien en quien confiar ciegamente. Y no sólo eso, Marc es por encima de todo una excelente persona, un amigo hermanado por tantas batallas libradas tanto en la montaña como en la vida.
Así que menudo lujo de viaje, con los Alpes franceses como escenario y brillando con luz propia la vertiginosa cara norte de La Meije, apuntando soberbiamente a un cielo inmaculado y rodeada de agrietados glaciares. Regresar nuevamente al Parque Nacional de los Écrins produce una felicidad desbordante, casi infantil.
Y lo mismo puedo decir de atravesar el glaciar de la Girose bajo la presencia del Pic du Râteau, las puntas de Madeleine y Thorant y los seracs elevándose por encima de nuestras cabezas. Pero el disfrute total viene cuando superamos la rimaya y nos metemos de lleno en la cara norte del Pic de la Grave (3.667 mts.) , comprovando que el hielo está en inmejorables condiciones -al menos en esta sección- y los piolets parecen formar parte de nuestra anatomía, pues en ellos y en los crampones se encuentra el punto de unión con la pared.
Ya no opinamos lo mismo en el siguiente tramo de acusada inclinación, donde el hielo ha perdido consistencia y se resquebraja con suma facilidad, por lo que colocamos un tornillo tubular como medida de seguridad. Una estrecha arista, primero de nieve y luego de roca, nos conduce al punto culminante de la montaña. Ni qué decir tiene que nos aguarda un panorama excepcional: la Barre des Écrins (4.102 mts.), Les Bans (3.669 mts.), el Ailefroide (3.945 mts.), y hacia el norte los glaciares de la Vanoise y el macizo del Mont Blanc. El regreso se solventa con un largo rápel que nos evita la parte donde el hielo está fracturado, aunque luego tendremos que extremar las precauciones para llegar de una pieza a la base de la pared.
Las previsiones meteorológicas locales han fallado por completo. Se anunciaba una jornada donde luciría el sol y se irían alternando nubes y claros hasta la llegada de fuertes tormentes de cara a la tarde-noche. A las siete de la mañana ya somos testigos de un cielo plomizo y amenazante. Pese a todo nos ponemos en camino de la Aiguille du Góleon (3.427 mts.) A medida que ganamos altura vemos cortinas de lluvia en el oscuro horizonte. Tarde o temprano nos alcanzarán. Y así es. Justo cuando llegamos al lago du Góleon y al acogedor refugio homónimo se desencadenan unos fastidiosos chubascos. Y lo peor del temporal aún está por venir. No queda otro remedio que batirse en retirada.
Tal vez ha sido providencial este día de mal tiempo, puesto que ahora ya tenemos la excusa perfecta para regresar nuevamente a esta parte en concreto del espectacular Parque Nacional de los Écrins.