viernes, 14 de octubre de 2011

Ochenta y seis


"Estos son mis principios. Si a usted no le gustan, tengo otros."
(Groucho Marx)

foto: Torre Agbar (Barcelona)

Azores (II)









La mayor isla de las Azores sorprende por la cantidad de excursiones que pueden realizarse, muchas de ellas por senderos más o menos señalizados, pero siempre a través de paisajes bucólicos y tal vez extraños.
Tal es el caso del lago Furnas, rodeado de espesos bosques y de fumarolas sulfurosas, así como de las montañas más inmediatas desde donde se obtienen inmejorables vistas de un decorado escandalosamente verde y fértil. En la misma localidad de Furnas nos aguardan más fumarolas y el magnífico parque botánico Terra Nostra, una encantadora villa termal -donde es posible bañarse en sus aguas ferruginosas- que acoge toda una inusitada muestra vegetal: rododendros de Malasia, helechos, camelias, palmeras, secuoyas, araucarias, árboles australianos y una colección de románticos estanques.
El litoral norte es abrupto y sobrecogedor, como la costa que va desde Ribeira Grande (5.300 habitantes) hasta el extremo más oriental de la isla, destacando Porto Formoso, uno de los pueblos marineros más fotogénicos. No obstante, en el lado contarario de Sao Miguel, hacia poniente, se encuentra Capelas (3.800 habitantes), otro rincón digno de visitarse por sus antiguos puestos de avistaje de ballenas y su diminuto embarcadero, a los pies de unos oscuros acantilados batidos por un mar generalmente picado.
Como ya he dicho, no faltan los senderos donde perderse para recorrer una isla en buena parte anclada en el pasado: las viudas más ancianas visten con negro riguroso de pies a cabeza, y la leche sigue transportándose en cántaros de aluminio a lomos de mula o sobre viejos carruajes. La caza de ballenas a pasado a la historia -al menos la que se hacía con arpón sobre botes de madera-, y probablemente las nuevas generaciones tendrán que volver a emigrar a América debido a la crisis económica, como antaño hicieron sus abuelos.
Pero el mar, inconmensurable y poderoso, continuará eternamente hostigando unas islas extraviadas entre dos continentes. El archipiélago más septentrional de Macaronesia no dejará fácilmente de ser el secreto mejor guardado de Europa.