miércoles, 23 de mayo de 2012

Noventa y tres


"La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados."
(Groucho Marx)

foto: luces y sombras (Vall d´Incles, Andorra)

Transilvania (I)

















Tras haber sobrevolado las extensas y monótonas llanuras de Hungría comenzamos a atisbar unas imágenes que alegran nuestras retinas. La geografía se vuelve más accidentada, con valles bien definidos y colinas boscosas que más adelante se perfilan como abruptas montañas. Son los Cárpatos, motivo principal de nuestro viaje a Rumanía.
Una leyenda urbana absurda señala a este país como un lugar peligroso y de gentes poco fiables. Nada más lejos de la realidad. Podemos afirmar con rotundidad que Rumanía es un país seguro, con su dosis de delincuencia similar a muchas otras partes del mundo. Ni siquiera en los suburbios de Sibiu o Brasov hemos sentido amenaza alguna; es más, hemos encontrado aquí una cordialidad difícil de ver en otras regiones de Europa del Este.
Es precisamente en Sibiu donde empezamos a descubrir un país del que guardaremos siempre un entrañable recuerdo. La primera impresión es la que corresponde a una gran ciudad de Transilvania: una periferia deslucida y triste, con bloques grises de la época comunista, pero por contrapartida un casco antiguo esplendido y restaurado; nada menos que uno de cada tres edificios ha sido declarado monumento histórico. La enorme Piata Mare es la plaza central, el núcleo de la ciudad de visita obligada, así como las murallas del siglo XVI y sus respectivos torreones.
Nuestra innata curiosidad nos lleva más allá del cuidado casco antiguo, pues sabemos que el pulso de la sociedad hay que tomarlo en los barrios populares, donde el día a día se asemeja al nuestro. Es aquí donde vive la gente de verdad, con su honorable cotidianidad, sus esperanzas y sus problemas, que nada tiene que ver con la ristra de sucursales bancarias y franquicias impersonales que pueden encontrarse en cualquier urbe del mundo. Así, damos con el Museo Ferroviario, una estupenda colección al aire libre de locomotoras añejas, cuya visita nos sale gratis simplemente porque el personal rechaza cobrarnos.
Ya fuera de la ciudad, a 5 kilómetros del centro, está el Museo de Cultura Popular Tradicional, igualmente al aire libre, con 120 edificios tradicionales traídos de todo el país.