sábado, 23 de junio de 2012

Noventa y cuatro


"La felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace."
(Jean Paul Sartre)

foto: Siegessäule (Berlín)

Innsbruck












Cuna de intrépidos alpinistas, la capital del Tirol (120.000 habitantes) se halla a los pies de las montañas del Karwendel y Stubai, a un paso de las imponentes Dolomitas y, por si fuera poco, la ciudad ha sido por dos veces escenario de los juegos olímpicos de invierno (1946 y 1976). Por todo ello es un destino muy apreciado entre los amantes de la naturaleza y los deportes de invierno; dónde si no tomar desde el centro de la urbe un funicular (cuya futurista estación ha sido diseñada por una arquitecta angloiraquí) y en cuestión de media hora situarse en lo alto de estratégicos pasos de montaña, con vistas fabulosas de la urbe y de los macizos circundantes.
Pero Innsbruck es mucho más que cumbres y pistas de esquí. Conciertos a precios razonables, museos y un agradable casco antiguo conforman una oferta turística realmente importante; a fin de cuentas se trata del epicentro del Tirol, la región más visitada de toda Austria.
Nada mejor para contemplar edificios históricos (barrocos, neoclásicos, góticos...) que acudir a la avenida Maria-Theresien Strasse, desde el Arco del Triunfo hasta el extremo opuesto, en la intersección con Markgraben y Burggraben. Por supuesto, cerca de esta conocida avenida, no hay que perderse el Goldenes Dachl, un palacio gótico engalanado con 2.657 tejas de cobre dorado, construido bajo el mandato de Maximiliano I para ver los torneos que tenían lugar en una plaza próxima. El castillo de Hofburg es otro punto de referencia de la capital tirolesa, con sus cúpulas apuntando al cielo y su solemne fachada. El trampolín de saltos de esquí (Bergisel) está hecho de cristal y acero, obra de Zaha Hadid, la misma arquitecta de la estación del funicular, y el Alpenzoo es un buen lugar para contemplar la fauna local.
Cultura, diversión y naturaleza conviven perfectamente en una ciudad que por sí sola justifica una visita, pero, para que nos vamos a engañar, el tirol ofrece los suficientes atractivos como para dedicarle unas vacaciones enteras.