miércoles, 23 de enero de 2013

Noventa y nueve

"Yo soy el dueño de mi destino; yo soy el capitán de mi alma."
(William Ernest Henley)

Foto: Barcelona moderna

Bolivia (II)

El bus nocturno que hemos tomado desde La Paz con dirección a Uyuni no reune los requisitos para meterse en las maltrechas pistas de tierra que durante los últimos doscientos kilómetros conducen a la citada población. Allí donde acaba el asfalto aguardaremos durante horas a que una serie de vehículos todoterreno venga a buscar al agotado pasaje.
Estamos inmersos en la magia del desierto altiplánico, atisbando rebaños de llamas y esquivas vicuñas, transitando entre esporádicas aldeas de adobe en un decorado majestuoso e inabarcable donde el trémulo movimiento del calor rompe la línea del horizonte. Nos acercamos a uno de los paisajes más fascinantes que pueda contemplarse sobre la faz de la Tierra: el Salar de Uyuni.
Antes, sin embargo, toca buscar alojamiento. Pasaremos los siguientes días en un hostal algo cochambroso pero limpio y muy económico. La ciudad de Uyuni no tiene mucho que ver, a excepción de un museo y sus desérticos alrededores. A cinco kilómetros del centro se asienta un curioso cementerio de trenes que reúne máquinas de vapor de finales del siglo XIX y principios del XX. Los oxidados monstruos evocan un pasado que ya no volverá, cuando Uyuni era un estratégico nudo ferroviario que comunicaba las ricas minas bolivianas con el puerto chileno de Antofagasta.
Durante tres días deambularemos por el célebre salar, el de Uyuni, primero con un taxista contratado para la ocasión y después tomando un desvencijado bus que, tras dos horas circulando por la superficie de sal, nos lleva a la remota aldea de Llica, lugar donde nos entregamos a la contemplación y a subir montañas de vistas privilegiadas.
El inmenso salar de blanco reflectante -el más grande del mundo- tiene unos 12.000 kilómetros cuadrados y se sitúa a una altura aproximada de 3.600 metros sobre el nivel del mar, alcanzando una profundidad media de 120 metros. Aquí tiene lugar la reserva más importante del mundo de litio, además de tratarse de un inagotable yacimiento de sal.