viernes, 19 de febrero de 2016

Ciento quince

"Un tigre no pierde el sueño por la opinión de las ovejas".
(refrán asiático)

Foto: Amanecer desde la Serra del Cadí (Cerdanya)

Croacia (II)

A veces, no sabes por qué, hay ciudades que pasan más o menos desapercibidas y quedan fuera de los circuitos turísticos, ciudades que, aún teniendo cierto atractivo, no es destino de masas. Tal es el caso de Zagreb.
   La capital de Croacia, asentada a orillas del río Sava, conserva el esplendor de la época austrohúngara, con una arquitectura imponente y bien conservada y que puede admirarse al sur Trg. Bana Jelacica, la principal plaza de la urbe, el gran rectángulo que sirve de punto de encuentro para miles de ciudadanos y nudo de comunicaciones de numerosas líneas de tranvías. En las calles adyacentes no faltan un sinfín de acogedoras cafeterías porque, no hay que olvidar, que aquí tomar café es toda una institución, una excusa para entregarse a las relaciones sociales y a largas conversaciones.
   El funicular, cuyo trazado es considerado el más corto del mundo, deposita al viajero sobre la colina donde se asienta el casco antiguo, una sucesión de calzadas adoquinadas en cuyo epicentro se encuentra la iglesia de San Marcos, del siglo XIII, tal vez el edificio más emblemático de Zagreb. Enfrente está el Parlamento, y muy cerca el curioso Museo de las Relaciones Rotas, así como la Torre de Lotrscak, desde donde se obtienen excelentes vistas de la metrópoli. Más abajo, el Mercado de Dolac ofrece diariamente un colorido ambiente de frutas y verduras frescas, ya muy cerca de la Catedral, con sus altivas torres gemelas.
   El cementerio de Mirogoj es uno de los más bonitos de Europa, y el parque Maksimir resulta ideal para pasear por sus 18 hectáreas de arbolado y varios lagos. Novi Zagreb es volver al pasado, cuando la influencia de la Unión Soviética concibió el florecimiento de barrios obreros, grises y tristes, más bien insulsos, pero interesantes de recorrer para conocer la historia.