lunes, 20 de junio de 2016

Ciento diecisiete

"No llores la muerte de tu cuerpo, llora la muerte de tu historia. Tu cuerpo permanece en el rostro de tus hijos, tu historia en el fulgor de las estrellas..."

(escrito maya)

foto:  Castellciutat (Alt Urgell)

Bulgaria (II)

Sofía es una ciudad que no despierta pasiones, poco atractiva para el turismo, tal vez triste y gris, encerrada en sí misma a partir de las primeras nieves. No nos ha sorprendido su imagen poco amable y empobrecida. Tal vez por todo ello resulte interesante. Para capitales resplandecientes ya tenemos París, Londres y tantas otras.
Sofía se experimenta de otra manera, con mente abierta y dispuesta a sorprenderse. Porque allí está la magnífica iglesia Aleksander Nevski, con sus cúpulas revestidas de oro y levantada en memoria de los 200.000 soldados rusos que murieron luchando contra los turcos para recuperar la independencia de Bulgaria. Solamente por admirar este monumento ya se justifica una visita a Sofia.
Existen otro puntos de interés: la iglesia rusa de Sveti Nikolai, la mezquita Banya Bashi, la sinagoga, diferentes iglesias y museos, grandes parques públicos, el Palacio Real, la mastodóntica y antigua sede del partido comunista, etc. Pero quizá su verdadera esencia se encuentre en los numerosos barrios populares, con sus concurridos mercados y los abarrotados tranvías circulando a los pies del monte Vitosha, escenario natural donde realizar interesantes excursiones.
Sofia puede considerarse poco agraciada, desde luego, sin embargo es una de esas ciudades a las que hay que saber sacarle provecho para que ocupe un lugar en nuestro corazoncito, porque no podemos olvidar que sus gentes han padecido desde las privaciones del comunismo más rancio al neoliberalismo más despiadado que pueda existir.