viernes, 22 de diciembre de 2017

Ciento veinticuatro

"No se viaja para escapar de la vida. Se viaja para que la vida no se nos escape".

(Anónimo)

foto:  cresta fronteriza ente Andorra y la Cerdanya

Polonia (tercer viaje) (III)

El centro-oeste de Polonia no es particularmente turístico por no poseer grandes escenarios naturales y sobresalientes ciudades como Cracovia o Gdansk. No obstante, y tal vez por ello, por no ser un imán para el turismo de masas, nos hemos decantado por visitar esta zona del país. A ver qué nos encontramos...
   Gniezno es una de las primeras visitas. Se trata de una ciudad aletargada (¡no cobra vida hasta las 10 de la mañana!) de 69.000 habitantes y sin demasiados atractivos. Pero aquí la historia se escribe con letras mayúsculas: considerada como cuna del Estado polaco, fue el epicentro de las tribus de la región donde se unieron en el siglo X, además de ser sede real y religiosa. Su casco antiguo, renovado en el año 2000, resulta interesante si bien su tamaño es relativamente pequeño.
   Otro punto de interés se halla a tan sólo 10 kilómetros del centro de Poznan. Aunque hay transporte público hasta allí, nos hemos emperrado en ir caminando, cosa que nos han desaconsejado en la Oficina de Información y Turismo por ser un itinerario bastante perdedor si no se conoce. Pero somos tozudos y hasta allí nos vamos andando con una simple chuleta dibujada en un papel. Y lo conseguimos, al cabo de unas horas, pero al fin llegamos a los cráteres de Morasko. 
   Hace unos 10.000 años, una lluvia de meteoritos cayó en este solitario y espeso bosque, dejando una serie de cráteres que en su mayoría han quedado inundados por el agua de la lluvia, dando la impresión de que no son más que unos anodinos estanques. Pero son cráteres, y de los de verdad.

miércoles, 12 de julio de 2017

Ciento veintitrés

"En la vida lo más importante es tener coraje, el resto llegará por sí solo".

(Indira Gandhi)

Foto: Un mal día para escalar (ventisca en La Masella)

Cracovia (I)

De entre todas las ciudades europeas que merecen ser visitada Cracovia ocupa uno de los puestos principales. El viejo continente es pródigo en hermosas urbes por unos cascos antiguos que siempre van acompañados de todo el peso de la historia, por ello la ciudad más destacada del sur de Polonia requiere de una atención especial.
   La atmósfera medieval cobra relevancia en las calles adoquinadas del centro, así como la magnífica Rynek Glowny, que por sus grandes dimensiones es la mayor plaza medieval de Europa. Rodeada de regios edificios bien conservados, carruajes estacionados a la espera de turistas, y la famosa Lonja de los Paños (s. XIV), forman un precioso conjunto a los pies de la imponente basílica de Santa María, cuya primera estructura data del año 1220, y consta de fachada de ladrillo rojo y dos torres de altura dispar.
   Los puntos de interés son tan numerosos que resultaría absurdo y aburrido enumerarlos todos, pero si que vale la pena destacar algunos de ellos, como puede ser el castillo de Wawel, que albergó el centro político y cultural de Polonia hasta el siglo XVI; el barrio judío de Kazimierz o, diez kilómetros al este del centro, el distrito de Nowa Huta, donde una planta siderúrgica aportaba casi la mitad de la producción nacional de hierro y acero durante la época comunista y que como resultado de ello se construyó un barrio obrero de casi 200.000 almas y afeados bloques grises de viviendas.
   Los parques, los paseos junto al anchuroso Vístula, los pequeños comercios sobrios pero auténticos, las calles peatonales y un patrimonio arquitectónico bien conservado son la excusa perfecta para venir a esta ciudad que no defrauda y animarse a visitar otras ciudades de Polonia: Gdansk, Varsovia, Poznan, Wroclaw, Tórun...

jueves, 6 de abril de 2017

Ciento veintidós

"La única manera de romper con la monotonía de la vida es inventar y asumir riesgos".

(Felice Banuzzi)

foto:  Cresta Norte del Turbón (Pirineo aragonés)

Cracovia (II)

Uno de los mayores atractivos que posee Cracovia es rememorar su pasado más reciente, aquel que mejor nunca hubiera existido y que tuvo lugar durante la Segunda Guerra Mundial. Sin lugar a dudas, la hermosa ciudad del sur de Polonia ha quedado tristemente marcada por la invasión de las tropas alemanas. 
   Kazimierz, el barrio judío, ya no tiene el esplendor de antaño debido a las masivas deportaciones, aunque en los últimos tiempos ha recobrado discretamente parte de su legado hebreo, siendo hoy día un distrito animado donde se alternan cafeterías con interesantes sinagogas y un par de museos judíos. Así mismo, Podgórze, un barrio periférico bastante desangelado, es testigo mudo de los terribles acontecimientos que aquí sucedieron para vergüenza de la humanidad: este lugar fue convertido por los nazis en un mísero gueto, hacinando a más de 16.000 judíos en unas cuantas calles hasta que decidieron trasladar a parte de la población a distintos campos de concentración, como el cercano plaszów; aquellas personas que no resultaron válidas para el trabajo (enfermos, ancianos, etc.) fueron fusiladas allí mismo. 
   La famosa fábrica de esmaltados de Oskar Schindler, hoy convertida en museo, se encuentra en las afueras de la ciudad, en la calle Lipowa, y aunque ya no recuerda mucho a la que fue la factoría donde se salvaron muchas vidas gracias al empresario nazi, sí que se hace un amplio repaso a la invasión alemana de Cracovia; en cualquier caso, bien merece una visita por su contenido histórico.
   Existen otros puntos ligados directamente con la gran contienda de 1939-1945, como es el antes mencionado campo de trabajos forzados de Plaszów, a un par o tres de kilómetros en dirección suroeste; el siniestro cuartel de la Gestapo, con sus sórdidos calabozos y un pequeño museo; los restos del muro del gueto; la que fue residencia de Oskar Schindler, en la calle Straszewskiego; el castillo de Wawel, ocupado como no por los alemanes, etc.

jueves, 16 de febrero de 2017

Ciento veintiuno

"Sigue tus sueños, ellos saben el camino".

(Anónimo)

FOTO: Hielo vertical (Andorra)

Cracovia (III)

No es por morbo, ni por recrearse con el horror ni tan siquiera por pura frivolidad. Toda visita a Auschwitz-Birkenau requiere de mucha sensibilidad y ganas de saber lo que aquí pasó para que nunca más vuelva a repetirse, pues desde tiempos inmemoriales es sabido que el hombre siempre tropieza dos veces en la misma piedra.
   Para la mayoría de gente el nombre de Oswiecim no le dirá absolutamente nada, pero si nombramos su versión germana de Auschwitz es posible que un escalofrío le recorra de pies a cabeza. Efectivamente, este campo de exterminio inaugurado en abril de 1940 y situado al oeste de Cracovia, fue en su momento una auténtica fabrica de la muerte, además de suministrar mano de obra esclava a las factorías vecinas que producían para el régimen nazi. Más de un millón de judíos, además de polacos y gitanos, fueron aniquilados en este lugar, principalmente en las cámaras de gas, motivo por el cual se construyeron posteriormente los campos de Birkenau y Monowitz. Hoy día se cree que el número de víctimas fue mucho mayor que el que presentan los datos oficiales.
   En cualquier caso, la visita a Auschwitz nos tendría que hacer reflexionar sobre la barbarie humana, no olvidar jamás los acontecimientos que aquí tuvieron lugar y tener siempre presente que la historia se repite.