domingo, 7 de abril de 2019

Ciento veintisiete

"A ms soledades voy, de mis soledades vengo, porque para andar conmigo me bastan mis pensamientos".

(Félix Lope de Vega)


foto:  En los Picos del Infierno (Aragón)

Costa Azul

Hace ya muchos años de mis dos viajes a esta zona del sur de Francia, pero recuerdo ambos con una nostalgia especial, como si aquellos días junto al Mediterráneo no se diluyesen con facilidad pese al tiempo transcurrido.
   Es sabido que la elegancia y el buen gusto se dan cita en la afamada Costa Azul, especialmente a lo largo del extenso litoral que une las localidades de Saint-Tropez y Menton, esta última situada a escasos kilómetros de la frontera con Italia. La denominada Riviera Francesa es mucho más que un destino de ocio para ricachones, tal y como ha sido plasmado en películas y revistas del corazón. Es cierto que hay espectaculares villas al alcance de muy pocos bolsillos, hoteles exclusivos, restaurantes carísimos, deportivos de alta gama circulando por las serpenteantes carreteras de la costa y yates con pabellón caribeño atracados a la vista de todo el mundo como si con ello se pretendiera dar muestras de ostentosidad.
   Sí, el derroche y el dinero a raudales corre en la Côte d´Azur, pero para las clases medias también supone un buen lugar al que viajar sin la necesidad de arruinarse; es más, no resulta difícil encontrar hostales sencillos y bares y restaurantes de lo más asequible. Así pues, con un presupuesto ajustado podremos conocer una de las regiones más fascinantes de toda Francia.
   Entre las ciudades principales destaca Niza (capital y epicentro de la Costa Azul), de grandes dimensiones, muy animada, con un interesante casco antiguo y el famoso Promenade des Anglais, elegante paseo marítimo donde se encuentra el Hotel Negresco, de principios del siglo XX y construído en estilo Belle Époque. Mónaco no necesita más presentaciones, pues sus cuidadas calles, su casino, su puerto y todo el conjunto urbano forman parte del imaginario popular donde James Bond se mueve como pez en el agua entre magnates de todo el mundo y una família real que se remonta al siglo XVIII y que parece extraída de una película. Pese a todo este glamour -que no es ficticio-, conviene descubrir el casco antiguo de viviendas color pastel, el cambio de guardia frente al Palais du Prince, el Museo Oceanográfico, los hermosos jardines y por supuesto la Catedral, lugar de reposo eterno para Grace Kelly y el príncipe Rainiero.
   Cannes evoca al desfile de celebridades del celuloide sobre la alfombra roja; Antibes y Saint-Paul de Vence a refugio de pintores; Menton a paraíso de notables escritores; Éze y Roquebrune a poblaciones medievales asentadas sobre la montaña, mientras que Villefranche-sur-Mer se postula como uno de los puertos más encantadores de la Costa Azul...