jueves, 16 de septiembre de 2010

Setenta y seis


"No podemos prolongar nuestra vida, pero tampoco debemos acelerar nuestra muerte."
(Lie-Tsé)

foto: colores (La Seu d´Urgell)

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Selva de Misiones










Si bien la mano del hombre ha reducido drásticamente la jungla que se extiende entre Argentina, Brasil y Paraguay, todavía hay lugar para aventurarse por lo más recóndito de una masa forestal que, si ésta pudiese hablar, nos desvelaría infinitos secretos.
La selva de misiones fue hogar desde antaño de las tribus guaranís -hoy congregados en pequeñas colonias marginales-; por aquí pasaron los bandeirantes portugueses para esclavizar a los indígenas, y las misiones jesuitas que, so pretexto de civilizar a los indios y protegerlos de los despiadados lusos, terminarían explotándolos para levantar unas espléndidas misiones que con el tiempo la profusa manigua acabaría por devorar. San Ignacio Miní, Santa Ana y Loreto son tres buenos ejemplos.
Una vez visitado estos tres yacimientos arqueológicos, dos de ellos en absoluta soledad, bajo la lluvia y con una humedad excesiva -tan propia de estas latitudes-, el destino nos lleva a conocer a un fotógrafo que desde años está volcado en la complicada tarea de cartografiar todos los saltos de agua de la región, a cual más bello y escondido. Gracias a sus detalladas indicaciones, nos adentramos una vez más en la selva con el fin de descubrir magníficas cascadas que nos hacen creer que nos hallamos en el paraíso.
Días antes, en las proximidades del río Paraná, fracasamos en la búsqueda de la que se dice había sido la vivienda de Martin Bormann, destacado lider de la Alemania nazi y huído a Argentina para fijar su residencia en un lugar recóndito de la jungla, si bien hay dispares versiones sobre el paradero de este personaje. Las diferentes explicaciones de los lugareños -unas muy distintas de las otras-, la espesura de la maleza y la inminencia de la noche darían al traste con nuestros planes.

martes, 7 de septiembre de 2010

Setenta y cinco


"La vida es como un viaje por mar: hay días de calma y días de borrasca. Lo importante es ser buen capitán de nuestro barco."
(Jacinto Benavente)

foto: después de las lluvias (Alt Urgell)

Bretaña







Comenzamos el viaje en la encantadora Rennes, urbe estudiantil y de conservado casco antiguo que se remonta a la época medieval. Una buena colección de callejuelas y edificios de vigas entramadas nos conduce finalmente al antiguo Parlamento bretón (s. XVII), si bien matamos el tiempo a la vera del río La Vilaine mientras degustamos un auténtico bocata de queso de la región; tampoco nos perdemos el concurrido mercado de los sábados (el segundo más grande de Francia).
No tardamos en abandonar la gran ciudad para ir descubriendo poco a poco esa Bretaña enigmática de la que tanto hemos oído hablar. Vitré nos sorprende por su imponente castillo del siglo XI y su cautivador barrio antiguo. Días más tarde es la pequeña población de Dinan la que se lleva nuestros mejores elogios, pues no en vano posee uno de los más sobresalientes cascos históricos del norte del país, con las viviendas medievales apiñadas sobre el río Rance y unas extensas murallas para caminar entre sus almenas y las viejas puertas de acceso a la ciudad.
St-Servan tiene interés especial por los bunkers, el memorial de la Segunda Guerra Mundial y la esbelta Tour Solidor (s. XIV), que alberga un museo náutico. Pero es su vecina St-Malo, la también llamada "ciudad de los corsarios", la que realmente deja un recuerdo imborrable. Rodeada por altivas murallas, la urbe parece adentrarse en el tempestuoso océano para hacerle frente a los acentuados cambios de las mareas que aquí tienen lugar. Su fisonomía de granito y pizarra evoca a la cercana inglaterra, y desde luego no puede negarse su sabor marinero. Hay elegantes residencias, tres fortalezas y varias playas, por lo que St-Malo se ha convertido en visita indiscutible de cualquier viaje a Bretaña.