martes, 30 de marzo de 2010

Munich








Está claro que la metrópoli a orillas del río Isar no es un lugar cualquiera, y que basta profundizar un poco en sus características pricipales para advertir una serie de contradicciones que, entre otras cuestiones, no hacen más que resaltar un vivo interés por querer conocer esta urbe donde se mezclan las viejas tradiciones con una modernización y estatus que ya lo quisieran para sí otras capitales.
El gusto arquitectónico es innegable y variado (renacentista, gótico, barroco y moderno). Su oferta cultural es tal que resulta célebre a nivel internacional. Es feudo de editoriales, destino turístico notable, importantísimo centro tecnológico y, además de tener la mayor universidad del país, posee uno de los niveles más altos de Alemania. Y no hablemos de su divertida "Oktoberfest", que atrae a miles de visitantes. Sin embargo, no han descuidado sus costumbres, algo sumamente arraigado en toda Baviera. Tampoco hay que olvidar que Munich fue la capital del movimiento nazi, con Hitler a la cabeza, y que la ciudad quedó reducida a escombros tras los sistemáticos bombardeos aliados.
La Hauptbahnhof, o estación central de trenes, es un buen emplazamiento donde comer y reposar un rato, pues venimos sin detenernos ni un segundo del Olympiapark, del Estadio Olímpico (con capacidad para 78.000 espectadores), la Olympiaturm (290 mts. de altura) y el museo de la BMW, que por cierto, esta conocida marca posee unas edificaciones cilíndricas rabiosamente modernas y muy fotogénicas. Karlstor, o Puerta de Carlos -vestigio de tiempos medievales- da entrada a Neuhauser Strasse, la calle comercial más larga de la ciudad. Más allá está el corazón de Munich: Marienplatz, que hace honor a la virgen María, ya que los muniqueses suplicaron a ésta piedad contra una epidemia de cólera. Desde antaño, han tenido lugar aquí las más importantes manifestaciones públicas, diversos acontecimientos e incluso ejecuciones. También acoje el famoso "Wihnachtsmarkt" o Mercado de Navidad. La plaza está flanqueada por el espectacular edificio gótico del Ayuntamiento Nuevo, y unos pasos más allá el Ayuntamiento Viejo, cuya torre fue reconstruida tras la II Guerra Mundial. Tampoco muy lejos anda Frauenkirche, la iglesia gótica más grande del sur de Alemania, construida entre 1468 y 1488, que nos irá de perlas como refugio mientras se desata un fuerte aguacero.
Cuando el cielo nos da un respiro nos encaminamos hacia Max Joseph Platz, y de aquí a un sinfín de céntricas calles. Vuelven los chaparrones y ahora buscamos cobijo en la enorme Obletter, una juguetería de dos plantas que hace las delícias de niños y adultos, especialmente a los entusiastas de los trenes eléctricos y las maquetas. Luego, vendrán más calles, más plazas y más monumentos. Realmente agotador pero satisfactorio.
Atrás ha quedado Munich y su palpitante existencia. Ahora es momento de una visita al horror. Dachau nos aguarda.

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