viernes, 12 de marzo de 2010

Santiago de Chile





En el tórrido verano austral de 1997 me encuentro vagando por las calles de Santiago de Chile. No son sólo las altas temperaturas lo que me agobia, ni tan siquiera los ríos humanos que fluyen por todo el centro, sino el terrible "smog", esa mezcla de contaminación y niebla que se posa sobre la capital y que la cercana cordillera andina impide que se diluya hacia la atmósfera, atrapando esos nocivos humos entre las laderas que a duras penas consigo vislumbrar en el brumoso horizonte.
Mis pulmones no andarán muy contentos con este aire viciado, pienso a la vez que intento orientarme en estos primeros pasos por la gran urbe; pero también reconozco que podría correr peor suerte, puesto que el "smog" todavía es mucho más acusado en invierno. Así que, ¿a qué viene quejarse tanto? Estoy donde quiero estar, en la otra punta del Globo, dueño de mi tiempo y mi destino, sin más preocupaciones que volcarme de lleno en un viaje que acabo de emprender. Así pues, a disfrutar, que es lo que toca.
Alojado en el pintoresco barrio París-Londres, tengo al alcance de la mano los puntos más interesantes de Santiago. No le he hecho caso a los efectos del "jet lag" ni al cansancio que arrastro por el largo viaje desde España, pues sólo he pasado por el hotel para dejar el equipaje e ipso facto me he puesto a callejear. La ansiedad por ver cosas nuevas le gana el pulso al agotamiento.
Lo primero que hago es encaramarme el Cerro Santa Lucia para contemplar la metrópoli desde una posición privilegiada. Luego viene el barrio de Lastarria y su colección de joyas arquitectónicas, muy al estilo europeo. Más tarde le toca el turno al histórico Palacio de la Moneda, a la Plaza de Armas y a los aledaños del río Mapocho, cuyo cauce se desborda de tanto en tanto. En un mercadillo de artesanías quedo prendado de cuanto veo, y en una de las principales estaciones de autobuses me agencio un pasaje para el sur. Patagonia me aguarda.
Santiago posee más zonas interesantes por visitar (parque O´Higgins, Providencia...), pero me las reservo para otra ocasión, ya que estoy decidido a regresar a Chile el próximo año -y de hecho así fue-. Ahora me llama la aventura, y sé que la encontraré al sur del río Biobío, allí donde los conquistadores españoles se toparon con la feroz resistencia de los indios mapuches.
Pero Santiago, por muy contaminada que esté, por muy turbulento que sea su pasado más reciente, siempre despertará en mí una atracción especial. Y es que para llegar a ella desde Europa hay que sobrevolar los Andes, y con un poco de suerte se oteará la imponente cara sur del Aconcagua. Una vez en la capital, ya se percibe, ya se palpa con emoción la vastedad de esa enigmática cordillera.

1 comentario:

  1. realmente es muy lindo Santiago de Chile, me gustaría conocerlo sin duda. Ahora estoy buscando apartamentos en buenos aires para hospedarme con mi esposo, le voy a insistir para luego irnos para allá

    ResponderEliminar