jueves, 4 de febrero de 2010

Patagonia (segundo viaje)






Mencionar Patagonia es evocar aventura con letras mayúsculas; es sinónimo de grandes espacios, inabarcables diría yo. Es la Naturaleza en su máxima expresión. Tierra legendaria como ninguna, Patagonia invita al anhelo de conquistar fascinantes horizontes, de dejar la vida rutinaria y lanzarse al descubrimiento de unos escenarios únicos en la Tierra.
La región es tan gigantesca que se necesitarían varias vidas para conocerla en toda su extensión. Y no exagero. Hay que tener en cuenta que la costa sur de Chile es un intrincado laberinto de fiordos e islas, la mayoría de ellas inhabitadas, que además de su adversa climatología, cuenta con la denominada Selva Fría, una enmarañada vegetación que dificulta el avance y puede poner en serios aprietos al más curtido. Y eso por no hablar de los hielos continentales, del gran número de vertiginosas agujas de granito o de las infinitas pampas del este.
En este segundo viaje a Patagonia hemos ido a parar a la localidad de Puerto Madryn (74.000 habitantes), y de aquí a Península Valdés para contemplar toda esa fauna costera tan propia de estas latitudes. Pero también hemos querido seguir el rastro de los inmigrantes galeses que arribaron aquí durante el siglo XIX; Trelew, Gaiman y Dolavon son un buen exponente de ello. Merece la pena hacer un alto en estas poblaciones.
Necesitamos toda una noche de viaje en autocar para dejar atrás las estériles estepas y desembocar en los accidentados Andes. Estamos en Esquel. Ello significa que emplearemos varias jornadas en explorar el magnífico Parque Nacional Alerce. Hemos pasado de estar en unas planicies resecas y siempre barridas por un viento que ya es leyenda, a encontrarnos en lagos de azul profundo y bosques impenetrables, glaciares y mucho más viento todavía.
Patagonia es tan inmensa como legendarios son sus céfiros; tan grande y deshabitada, tan salvaje, que uno toma conciencia de su propia pequeñez e insignificancia frente a la desmesura de la Naturaleza. Por eso, cada vez que pienso en Patagonia, rememoro las palabras de Andreas Madsen:
"Así era el mundo en mis sueños de infancia:
espacios sin límites y tierras sin amo."

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