viernes, 12 de febrero de 2010

Toscana





Viajar a la Toscana es empaparse de arte y cultura, apreciar villas donde la buena vida transcurre entre copas del más exclusivo vino, y descubrir encantadores pueblos y un suave paisaje de verdes colinas y espigados cipreses. Pero ante todo, la Toscana llama la atención del mundo entero gracias a sus tres ciudades principales: Florencia, Pisa y Siena.
Nosotros no somos una excepción, y hemos escogido como objetivo principal los hitos arquitectónicos más destacados de estas tres ciudades. Tanta es la cantidad que abruma, y eso sin contar los innumerables museos que pueden visitarse. No es de extrañar, pues, que haya gente que ha sufrido el denominado síndrome de Stendhal, como ya le ocurrió al célebre escritor francés. Se trata de una crisis de ansiedad por el cúmulo de hermosos monumentos con los que a cada paso se encuentra el viajero. Y no es broma, esto le ha sucedido a más de uno.
Florencia ya es por sí sola un canto a la belleza más deslumbrante. Miguel Ángel, Giotto, Botticelli o Brunelleschi se encargaron de que así fuera. Paseando por la capital del Renacimiento no tardamos en toparnos con la catedral Santa Maria del Fiore, cuya majestuosa presencia corta la respiración. Y no es para menos. Su fachada de mármol resplandece bajo un sol mediterráneo al que pretende alcanzar el vertiginoso campanile de 84 metros de altura. Todo este armonioso conjunto arquitectónico es coronado por la fabulosa cúpula -obra de Brunelleschi-, que emerge de la urbe cuando nos asomamos al mirador de la Piazzale Michelangelo, teniendo toda la ciudad del Arno a nuestros pies.
No nos hemos recobrado de la admiración de la catedral, que ya aparece un museo al aire libre: la Piazza Della Signoria, con su colección de estatuas, la Fuente de Neptuno, el Palazzo Vecchio y muy cerca la Galleria degli Uffizi. Luego, el Ponte Vecchio, sobre el plácido Arno, rompe por completo los esquemas de cómo tiene que ser un puente; éste tiene ventanas, comercios y el llamado corredor Vasariano.
Pero todavía hay más, mucho más: las "chiesas" de Santa Croce -aquí es donde Stendhal estuvo a punto de desmayarse-, Santa Maria Novella, San Miniato al Monte, San Lorenzo, además de un puñado de "palazzos" y no sé cuantos museos más.
Florencia es tan sublime, tan sumamente arrebatadora que ni siquiera las hordas de turistas consiguen ensombrecerla. Florencia brilla con luz propia incluso en los días brumosos. Por eso, Florencia siempre resplandecerá en nuestra memoria.

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