miércoles, 12 de mayo de 2010

Québec









Febrero es un mes propicio para visitar la provincia de Québec y Canadá en general, al menos para los que gusten de temperaturas extremas y temporales de nieve. Pese a las duras condiciones climatológicas, no cesa el jolgorio y un cierto libertinaje en el centro de Montreal, especialmente en la rue Sainte-Catherine y aledaños, al igual que el ambiente está asegurado en los treinta y dos kilómetros de galerías subterráneas que se hallan bajo la urbe.
Rascacielos, un interesante casco antiguo, "Chinatown", coquetas viviendas de escaleras exteriores, parques inmensos, un complejo que fue olímpico en el 76... Desde luego el que se aburre en Montreal es porque quiere.
La ciudad de Québec ya es otra historia. Es una extensión de Francia, a juzgar por su fisonomía urbana y porque el 95% de sus habitantes son descendientes de franceses. El idioma galo es el que predomina, y son muchas más las banderas con la flor de Lis las que ondean que las canadienses. Es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y ante su belleza cayó rendido nada menos que Dickens. La ciudad vieja se encuentra amurallada -cosa excepcional en Norteamérica-, y sobre ella se eleva el excepcional "château" Frontenac; la Place Royal y alrededores, con viviendas de los siglos XVII y XVIII, tampoco desmerece una visita.
En los alrededores de esta afrancesada metrópoli, es recomendable tomar uno de los ferrys que cruzan el río San Lorenzo -congelado en invierno- y acercarse a Lévis, población que queda literalmente sepultada por la nieve. Las cascadas de Montmorency es un buen lugar donde clavar los piolets técnicos, y no digamos ya recorrer los bosques de coníferas de una provincia tres veces superior a España y tan sólo poblada por 7.000.000 de habitantes.
Efectivamente, la costa este canadiense es deliciosa en invierno, cuando el turismo es prácticamente inexistente y no hay problema de alojamiento. La nieve se convierte en rutina porque ésta lo inunda todo, embelleciendo unos paisajes de postal. El clima es tan severo que hay una cadena de televisión dedicada exclusivamente a repetir una y otra vez el parte meteorológico, y los operarios se afanan en limpiar las carreteras desde que caen los primeros copos.

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