viernes, 15 de enero de 2010

Estambul








Constantinopla, Bizancio, Estambul... Cada época estuvo ligada a un nombre, a una conquista, pero jamás dejó de brillar con luz propia esta perla situada entre dos continentes. Siempre seduce su hipnótica estampa de caos y exotismo a orillas del Bósforo y poblada por doce millones de habitantes.
Hasta aquí han llegado artistas e intelectuales que han acabado echando raices; tal vez el skyline de minaretes y cúpulas, la actividad frenética de Eminönü y el aroma de pescado a la plancha flotando en el ambiente mientras la voz del almuecín llama a la oración ha embrujado de tal forma que más de uno haya hecho de Estambul su hogar. Pierre Loti supo mucho de esto, pues el Cuerno de Oro le sirvió de inspiración para mostrar al mundo su talento como escritor.
No es nuestro caso, desde luego que no, mas somos simples turistas que durante una semana de prolongadas horas de caminata -entre nueve y diez horas diarias- queremos abarcar todo lo que esta urbe es capaz de ofrecernos, que no es poco. A decir verdad, para conocer Estambul a fondo habría que vivir en ella. También es erdad que ya sentíamos fascinación por esta ciudad mucho antes de visitarla; hasta nuestros oídos llegaban una y otra vez elogios de incluso viajeros poco amantes de las grandes metrópolis.
Y una vez sobre el terreno caemos rendidos de admiración pese a que prima el desorden, el ruido y un exceso de gente por todos lados. El Gran Bazar y el Bazar Egipcio es motivo de una visita tras otra, pero también lo es el sinfín de callejuelas en las que uno acaba perdiéndose expresamente para mezclarse con la población local. Las Delicias Turcas hacen precisamente eso, las delicias a nuestro paladar, lo mismo que el té de manzana.
No hay mezquita que no nos llame la curiosidad, aunque verlas todas es imposible porque en la ciudad se concentran miles de ellas. Üsküdar, ya en la orilla asiática, igualmente entra en nuestros planes, pues se aleja convenientemente de todo recorrido turístico. Istiklâl, calle saturada de comercios, no se diferencia mucho de las que podemos encontrar en occidente, pero la torre Gálata y el puente del mismo nombre -abarrotado de pescadores-, así como la arquitectura tradicional otomana nos recuerdan que estamos en la puerta de oriente

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