viernes, 15 de enero de 2010

Varsovia








La historia más reciente de Varsovia pesa demasiado como para obviarla. Hemos venido a esta ciudad sin las pretensiones de admirar grandes monumentos o sentirnos atrapados por el hechizo de una urbe que enamora incluso antes de visitarla. Este no es el caso.
Para conocer y comprender Varsovia hay que remontarse a la década de los años cuarenta del siglo pasado, momento en el que sufrió una devastación casi total. El 85% de la capital quedó en ruinas una vez terminada la Segunda Guerra Mundial. Por ello, es muy importante cuando se visita el casco antiguo tomar conciencia que éste ha sido restaurado por completo y el arduo trabajo que ello ha supuesto. Aunque casi nada queda del gueto, no hay que olvidar el drama que allí se vivió. Y cuando se divisa el extenso manto urbano desde el rascacielos del Palacio de la Cultura y las Ciencias, se debe pensar que Varsovia ha renacido de sus cenizas y desear de todo corazón que nunca más vuelva a estar sometida ni por alemanes ni rusos ni por nadie más.
Por supuesto, no todo es drama a orillas del Vístula, ¡faltaría más! No hay que perderse el Palacio Lazienki, edificio neoclásico construido sobre un lago que se haya en un gran parque donde en verano se puede asistir en directo a conciertos que interpretan obras de Chopin, junto a la estatua erigida en memoria del célebre compositor. Destaca también el Palacio Namienstnikowski -donde tuvo lugar la firma del Pacto de Varsovia- el hotel Bristol, la Universidad de Varsovia, el Palacio Staszic y el monumento a Copérnico, el Gran Teatro y un buen número de interesantes iglesias; y esto sólo por poner un ejemplo.
Nosotros, por aquello de conocer algo más la ciudad -allí donde ésta no suele aparecer en las guías de viaje-, nos alojamos en un hotel de la orilla oriental del Vístula, en una barriada popular que bulle de vida tanto en la calle como en los mercados. A excepción de un templo ortodoxo y un monumento al Ejército Rojo no hay mucho más que atraiga la atención del turista, sin embargo es un punto excelente para seguir de cerca la cotidianidad de la gente del este, que a fin de cuentas tiene preocupaciones y formas de vida muy similares a la nuestra.
Un equipaje sospechoso abandonado en la planta superior del aeropuerto de Varsovia ha llevado al desalojo de esa zona. Tal vez no se trate de una bomba, pero lo que está claro es que el pánico también se ha globalizado. No obstante, la capital polaca goza de la misma seguridad y tranquilidad que otras muchas metópolis del planeta.

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