viernes, 15 de enero de 2010

Patagonia (tercer viaje)









Tan fascinante nos parece esta legendaria tierra que la visitamos por tercera vez. Patagonia es poderosamente atractiva porque reúne ciertas características: inmensa, remota, gélida, salvaje, reseca unas veces y llena de verdor en otras, esteparia y montañosa a la vez, plagada de leyendas y crueles historias, patria de indios casi aniquilados y propiedad de terratenientes, hogar de vientos perpétuos, el mate, los gauchos, el Cerro Torre, los ñandúes y el acecho del puma, una densidad de población ridícula...
Y espero que haya una cuarta vez...
Vamos de sorpresa en sorpresa, expectantes ante todo lo que diariamente descubrimos, porque cada día se nos antoja único y mágico. Patagonia es así de especial, no da tregua ni respiro que valga; una jornada tras otra es memorable y repleta de aventuras. Unas veces son los glaciares que quitan el aliento, otras la verticalidad del granito. Hay ocasiones en que nos vemos obligados a no abandonar la tienda de campaña y esperar a que amaine el temporal, y aún así no hay tiempo para el aburrimiento porque no sabemos si el céfiro se va a llevar nuestro vulnerable cobijo de nylon. Es entonces cuando toca racionar la comida y pasar algo de hambre, cuando hay que hacer gala de una paciencia y entereza más que imprescindible.
La mítica ruta 40, que recorre Argentina de norte a sur, ya estremece sólo de pensar que alguien pudiera tener cualquier contratiempo transitando por la solitaria Patagonia. Y de ello somos testigos cuando ayudamos a un hombre tirado en la cuneta. Su vehículo ha volcado y sobre el ripio se esparce toda una suerte de cristales, retrovisores y demás restos metálicos. Nos sonrie al vernos aparecer, consciente de que podría estar más tiempo del que ya ha estado sin que nadie pudiera socorrerle.
Patagonia forja el carácter, en especial de los que viven allí; y si no que se lo digan a los que trabajan en las grandes estancias. Sumamente reservados, hospitalarios y libres pero embrutecidos por una soledad de las que pocos pueden adaptarse. Mi más sincero respeto por todos ellos.
Y desde aquí brindo con mate por Humberto Chaura, que tanto nos facilitó las cosas en nuestros andares patagónicos.

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