martes, 15 de diciembre de 2009

Budapest







Si imaginamos una ciudad monumental, bañada por un río anchuroso y célebre, donde la historia ha sido en ocasiones cruel pero que el paso del tiempo ha sabido curar las heridas; si pensamos en una urbe repleta de baños termales, añejos cafés, confiterías con solera, puentes colosales y mercados tradicionales, entonces estamos hablando de Budapest.
Efectivamente, la capital húngara ha sabido sacarle partido al Danubio, puesto que ambas orillas de la ciudad -declaradas Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO- son igualmente interesantes, algo que no ocurre en todas las urbes. Por un lado, Buda -la ciudad de los nobles-, que fue capital de Hungría entre los años 1241 y 1873, se eleva sobre el río con su majestuoso Palacio Real coronando lo alto de la colina.
En esta misma zona podemos encontrar el Palacio Sandor, el edificio neogótico del Bastión de los Pescadores, un funicular que data del siglo XIX, la iglesia del rey Matías y unas callejuelas adoquinadas que invitan al paseo sosegado. Desde la priviligiada posición de Buda se obtienen unas vistas espectaculares de Pest, la orilla opuesta, así como de la marcada curvatura del Danubio a su paso por la metrópoli y sus soberbios puentes.
Y hablando de Pest -la ciudad de los emprendedores-, aquí es donde bulle la urbe con su tráfico intenso y sus comercios, pero donde también quedaremos prendados con el Parlamento -el tercero más grande del mundo-, la elegante avenida Andrássy Út (Patrimonio de la Humanidad) y con Belváros, el distrito histórico y comercial de Pest.
Nosotros, para no perder la costumbre, empleamos una semana entera para conocer la ciudad. Lo mismo vamos al extrarradio -que no tiene nada de suntuoso, evidentemente-, que nos metemos en todos los rincones posibles del centro. Cada día comemos a buen precio en el Mercado Central, uno de los más grandes de Europa, e igualmente contemplamos cada mañana las aguas del Danubio como van subiendo de nivel, desbordándose ya en algunos puntos.
No nos perdemos la impronta que aquí dejaron los soviéticos y que aún es visible en la Plaza de la Libertad o en Statue Park, así como la brutalidad que ejercieron -al igual que los nazis- sobre el pueblo húngaro y que está excelentemente documentada en la Casa del Terror, antigua sede del fascista Partido de la Cruz de Flechas y más tarde cuartel de la ÁVH, la policía política del régimen estalinista.
Desde luego que tampoco pasamos por alto la Plaza de los Héroes, el hermoso Parque Municipal, la Ciudadela, el encantador Pasaje de París, el Palacio Gresham, la Basílica de San Esteban o la Gran Sinagoga.
Budapest no se olvida de la emperatriz Sisí y le rinde homenaje con flores frescas a la estatua que se yergue en su memoria. Y el Danubio, caudaloso y señorial, engrandece con su presencia a una de las más bellas metrópolis que son bañadas por este río legendario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario