miércoles, 23 de diciembre de 2009

Patagonia chilena









De nuevo me encuentro en la Patagonia chilena, si bien esta vez en compañía y en una región más austral que en el primer viaje. Las expectativas son idénticas, pues sé de buena tinta que venir a esta parte del Globo equivale a vivir emocionantes aventuras.
Todo comienza en Punta Arenas, a orillas del Estrecho de Magallanes, y continúa en Puerto Natales, junto a las agitadas aguas del Canal Señoret y un laberíntico sistema de fiordos e islas deshabitadas. Ambas poblaciones tienen en común la persistencia de un viento gélido y furioso. Estamos en Patagonia, ¿qué otra cosa cabría esperar que no fuese viento y más viento?
Tras un tiempo deambulando por la yerma estepa se impone la necesidad de dirigirse a la cordillera, y nada mejor que adentrarse durante varios días por el impresionante Parque Nacional Torres del Paine.
Guanacos y ñandúes nos dan la bienvenida antes de calzarnos las botas y echarnos las pesadas mochilas a la espalda. Luego vienen las maratonianas caminatas y el largo tiempo inmovilizados dentro de nuestra tienda de campaña a la espera de que la borrasca nos de una tregua. Los majestuosos obeliscos de granito y los amenazantes seracs son una grata recompensa. El céfiro, presente en todo momento, honra con sus embestidas, pues no siempre se tiene la ocasión de ser hostigado por el más legendario de los vientos del planeta. El paisaje nunca deja de ser extremadamente hermoso, ya sea en el lago Nordenskjöld, los cerros Escudo y Fortaleza, las Torres y Cuernos del Paine, el lago Pehoe, el glaciar Grey o el fastuoso Campo de Hielo Patagónico Sur. Aquí, además de una hermosura sublime, todo adquiere unas proporciones descomunales. Patagonia se ha hecho a lo grande, sin miramientos, sin reparar en las distancias del salvaje escenario ni en las alturas de los abismos.
Esta tierra tan hostil, tan severa, atrapa y hechiza por más veces que se visite y hace que nunca se deje de pensar en ella. Y siempre que se tercie un nuevo viaje se recurre a la posibilidad de ¿y por qué no Patagonia?

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