lunes, 21 de diciembre de 2009

París





Mientras escribo estas líneas me acompaña la suave melodía de "la vie en rose", de Edith Piaf, por lo que me resulta sumamente fácil evadirme y rememorar nuestra estancia en París. Dejo volar la imaginación, viajo en el tiempo y en un instante, como por arte de magia, vuelvo a deambular por la ciudad de la luz.
París es un suspiro, un instante de belleza cuando se pasea junto al Sena, a la altura de las islas de la Cité y Saint Denís, cuando se nos descubre majestuosa la Torre Eiffel por encima de la Plaza de Varsovia, o en el momento de darnos un merecido descanso en el Jardín de las Tullerías.
En los Campos Elíseos encontramos la elegncia de la que tanto presume la ciudad, y más allá el Palais de l´Elysée, residencia del presidente de la República Francesa. La rotonda más grande del mundo tiene lugar en el Arco del Triunfo, donde confluyen doce avenidas, y en la Plaza de la Concordia -antaño lugar de decapitaciones- despunta un obelisco de granito rosa de 3.300 años de antigüedad traído de Luxor. Montparnasse y Montmartre era reducto de artistas; la Sorbonne cuna del Mayo del 68. Pont Neuf, Pont Alexandre III, Pont d´Alma... tienen un hueco en la historia de la ciudad. Notre Dame es una joya del gótico, y el Grande Arche de la Defense -reluciente con su mármol blanco de Carrara- impresiona por sus agigantadas dimensiones. En el Hôtel des Invalides se encuentra la tumba de Napoleón, y en las catacumbas pueden verse millones de calaveras perfectamente ordenadas.
Para muchos, París no es sólo la capital de Europa, sino la capital del mundo, con permiso de Nueva York. Sea como fuere, de lo que no cabe la menor duda es que esta gran ciudad deja prendado al visitante -al menos a la mayoría de ellos-, pues no en vano aparece repetidamente en pinturas, en el cine, en la música y en la literatura. Por ello, por más sitios que visitemos a todo lo largo y ancho del mundo, por más rincones exóticos y remotos que conozcamos, siempre nos quedará un lugar por el que suspirar. Siempre nos quedará París...

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