viernes, 18 de diciembre de 2009

Países Bajos








"Dios creó la Tierra y Holanda la crearon los holandeses." Con esta máxima tan aguda podemos hacernos una idea de cómo es este pequeño país en el que más de la mitad de su territorio se encuentra por debajo del nivel del mar. Por medio de molinos, diques, trabajos de drenaje, canales, etcétera, los holandeses se esfuerzan desde el siglo XI por ganar tierra al mar en las zonas de marismas que sufren periódicas inundaciones.
La orografía es eminentemente llana, saturada de campos verdes, con ausencia de colinas excepto en el sureste. La misma imagen, tan idílica como monótona, se repite a todo lo largo y ancho del país: vacas, puentes, canales, tulipanes, molinos, ciudades ordenadas, casitas por aquí y por allá, millones de bicicletas, lluvia por doquier...
Viajamos por los Países Bajos para, entre otras cuestiones, conocer de primera mano la modernidad y riqueza de la que con discreción hacen gala. No tardamos en percatarnos del poder económico que poseen los holandeses, ya que no es raro ver -incluso en pequeñas poblaciones- un buen número de empresas a pie de carretera y una actividad frenética en Rótterdam y alrededores. No cabe duda de que Holanda es uno de los países más prósperos del mundo, y esa riqueza se ha traducido en una red ferroviaria envidiable, en bienestar social, en alto poder adquisitivo y todo ello pese a la desaceleración económica actual.
Las ciudades que vamos dejando atrás a lo largo del viaje son acogedoras y hermosas, o como poco agradables. Maastrich es afamada por el Tratado europeo de 1992; La Haya -Den Haag para los holandeses- por ser capital administrativa; Leiden es famosa por su universidad -la más antigua del país- y sus campos de flores de los alrededores; Amsterdam es de sobra conocida, ya sea por su cosmopolitismo, multicultural y liberal como ninguna, si bien sus canales, Ana Frank y el Barrio Rojo son parte de su tarjeta de presentación. Y Middelburg, aunque no tan nombrada como las anteriores, es sencillamente encantadora, además de ser un buen punto de partida para explorar los deltas de los ríos Mosa y Schelde.
Pero ante todo, los Países Bajos es un lugar sumamente cómodo para el viajero. El transporte público es eficaz, rápido y llega a todas partes. Sus gentes suelen ser abiertas y hablan un inglés a la perfección, comparten nuestra moneda y existen muchos campings y alojamientos para todos los gustos. De acuerdo, no deja de ser Europa y muchos echarán en falta el exotismo propio de otras latitudes, pero ¿por qué obviar nuestro viejo continente si tiene muchas cosas que ofrecer?

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