lunes, 28 de diciembre de 2009

Véneto









Atrás ha quedado Venecia y su poderoso influjo; un hermoso recuerdo de callejuelas y canales donde la bruma de otoño se posa día tras día. Otro sueño más llevado a la realidad. Pero el viaje sigue, como la vida misma, con la vista puesta en otros horizontes, sin detenernos y con otros sueños por cumplir.
No hace falta alejarse mucho de la ciudad de los canales para descubrir que en la misma región hay un exceso de atractivos y que uno podría dedicarle una buena temporada a la exploración. El Véneto comprende desde majestuosas montañas a ciudades señoriales, de plácidos lagos a escondidas aldeas. Por todo ello, un viaje centrado únicamente en la región, sin traspasar sus fronteras, está más que justificado.
Si Treviso es la "città d´acqua" y se la considera la hermana pequeña de Venecia -muy bonita, por cierto-, Padua imprime una fuerte personalidad gracias a ser urbe estudiantil desde antaño, no en vano posee la segunda universidad más antigua del país, donde ni más ni menos impartió clases Galileo Galilei. Pero además, Padua es un importante centro de peregrinaje, ya que los restos de San Antonio (patrón de la ciudad) reposan en la sublime basílica de agujas y cúpulas bizantinas. Hermosas plazas adornan el siempre animado casco antiguo, y no faltan ni los buenos cafés ni las deliciosas pizzas "al taglio".
Verona es otro de los platos fuertes de la zona, tan difícil de obviar como luego de olvidar. Su imagen ha quedado para siempre unida a Romeo y Julieta -los enamorados más universales de cuantos haya-, y cuyo drama plasmó magistralmente William Shakespeare. La tumba de la desdichada Julieta, así como su casa y el famoso balcón, pueden visitarse, aunque habrá que tener paciencia con las multitudes, especialmente en la vivienda-museo. La arena romana, un anfiteatro construido en mármol rosado en el siglo I, da paso a las calles más comerciales, algunas de las cuales desembocan en la "piazza delle Erbe", rodeada ésta de palacetes y torreones. El río Adigio se encoje como una serpiente, justo al pasar por el casco urbano, sin que falte algún que otro fotogénico puente, así como más restos romanos, más "palazzos" y más iglesias.
El Lago di Garda está a tiro de piedra de Verona, y hacia el este, camino de Padua, nos encontramos con Vicenza, donde destaca la magna obra del arquitecto renacentista Palladio. Por si todo esto no fuese suficiente, al norte del Véneto se hayan los vertiginosos Dolomitas, un escenario natural que quita el aliento.

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